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Religión a la carta: Hacia la identidad de una espiritualidad consumista según Gilles Lipovestky

¿Qué religión desea ordenar?, ¿Le apetece mirar la carta?, el recomendado de la casa son las religiones antiguas, sabidurías y religiones orientales.


Por: Brayan Stevens Mayorga Almeyda

Uno de los temas más repetitivos y constantes que plantea la crítica a la sociedad híper-moderna ya no postmoderna como lo planteaba en los años setenta Jean- François Lyotard, es el consumismo sin frenos, un fenómeno que ha trastocado todas las estructuras, esferas o dimensiones del ser humano, aun en lo religioso y se ha convertido en uno de los ejes axiomáticos en tiempos hipermodernos junto la eficacia técnica y el individuo, me explico, el consumismo ha llegado a tierras fértiles a colonizar como en su momento Cristóbal Colón con América latina, ha pasado los limes de lo humano y está ante lo sacro, realmente no como Cristóbal Colón sino como los piratas que asediaron a Cartagena dejándola en banca rota durante al menos siete veces (Lipovestky y Charles, 2004). Aunado a ello dice Lipovestky (2007): “Es la hora en que todas las esferas de la vida social e individual se reorganicen de un modo u otro, en conformidad con los principios de un orden consumista (p.120). Pero, hagamos una pausa; ¡revísese!, ¿Cuántas de las cosas que están a la mano en este momento son necesarias para satisfacer las necesidades básicas o fisiológicas de su vida? o ¿Cuáles son simplemente objetos que fueron frutos de la adicción a las compras?, sencillamente usted podría hacer un lista interminable de aparatos, objetos, instrumentos y podría entrar desde esta propuesta socrática en una definición de consumismo, sin embargo, no demos pasados adelantados, ¿Cómo así que espiritualidad consumista? Será que ¿El consumismo ha entrado en la religión? ¿Es verdad que la religión ya no invita a la penitencia sino a vivir el carpe diem?, estas y otras preguntas se estructuran como los canapés ante el tema que trataremos de abarcar en este recorrido sencillo, pero dinámico, religión a la carta, hacia una espiritualidad consumista en Gilles Lipovestky (Pereyra, 2018) .


En primer momento, situémonos ante la realidad para comprender la globalidad del asunto, Lypovestky en (2007) nos advertía que ya en la Iglesia ha pasado el tiempo de inquisición, donde la religión se encontraba supedita a la moral y a la penitencia, es decir, la Iglesia se encuentra en otra era y en palabras literales del mismo autor: “La necesidad de cargar con la propia cruz ha desaparecido” (p. 123). Barajemos más despacio lo que se plantea proponer, es decir, la propuesta medievalista de una Iglesia flagelada que repetía una y mil veces “Jesús, sálvame” y utilizaba el silicio como medio de purificación ha desaparecido, cambiándose por una religión humanística donde reina lo axiológico, no obstante, ¿Será que esta realidad es la patología de un problema más agudo que vive la religión en el siglo XXI o un recurso evangelizador frente a los agnósticos y ateos?, puede ser posible que la segunda propuesta sea más viable yendo en detrimento del autor, pero Lipovestky nos dice que el cristianismo se ha compaginado con las propuestas de felicidad, es decir, el: “Hedonismo, plenitud de los individuos, difundidos por el capitalismo de consumo: el universo hiperbólico del consumo no ha sido la tumba de la religión, sino el instrumento de su adaptación a la civilización moderna de la felicidad en la tierra” (Lypovestky, 2007, pág. 123).


Ahora, en este momento se nos ha difícil continuar si no hay primero, la diferencia entre consumo y consumismo y en un segundo momento sin la identidad y croquis de las espiritualidades del momento, continuemos. Así, ¿Qué es consumo? Según la Real Academia Española (2019) consumo es:”Utilizar comestibles u otros bienes para satisfacer las necesidades básicas o deseos” a diferencia de consumismo que es “tendencia inmoderada a adquirir, gastar o consumir bienes no siempre necesarios” (Real Academia Española, 2019). Desde este punto de vista, comprendemos que la relaciones de necesidad con respecto los objetos son el foco para lograr identificar el consumismo, pero, ¿Qué tiene que ver lo anterior con la espiritualidad consumista?, Lipovestky ( 1983) en su libro “La era del vacío” citando a D. Bell dice que el hedonismo ha producido una crisis espiritual que ha llevado al colapso de las instituciones, comprendemos así que “la era del consumo socava el civismo” (p.128). Empero, ¿vivimos en época de una religión hedonista?, ¿cuál es la propuesta de las espiritualidades hoy?, analicemos.


Pereyra (2018), efectivo investigador de la obra de Gilles, nos advierte que en la actualidad se posesiona un cultura al consumismo, aun en la espiritualidad, veamos lo que arguye:


De este modo se produjo un cambio en la mentalidad con el establecimiento de “un culto al bienestar material y a los placeres inmediatos” (Ídem, 94). “Se despliega toda una cultura que invita a gustar los placeres del instante, a gozar de la felicidad aquí y ahora, a vivir para sí; ya no pres-cribe la renuncia, sino que pregona con letras de neón, el nuevo evangelio, comprad, gozad, esta es la gran verdad (p.68)


continuamente, con respecto a lo citado el mismo Lipovestky (2006) señala que estamos frente al comercio de la vida religiosa, es decir, hoy la religión es un objeto más del mercado, luego, si divisamos el panorama logramos ver ante nosotros una abundante cantidad de propuestas religiosas: se esgrime espiritualidad por todas las partes como quien lanza pétalos de rosas en la bodas, hay un nuevo auge las espiritualidades orientales, las propuestas coaching se venden como el pan caliente, es decir, se ofrece una multiforme gama de propuestas religiosas que sin lugar a dudas se presentan como la carta de comidas suculentas y otras no tanto en un restaurante asequible, de tal forma, el mismo autor ha llegado afirmar que las fronteras consumo-mundo están sometidas o subyugadas a la duda, pues el consumismo ha conquistado entre muchos territorios, la espiritualidad. Pero no solo queda ahí, lo más gracioso es que se ha llegado a pensar en una espiritualidad de autoservicio, o sea, que se acomoda a nuestros estándares y atendida desde nuestros propios límites, sin presiones y en la satisfacción de nuestros propios límites, ya que debido a la individuación de la experiencia religiosa, la religión “a mi manera” que evita a toda circunstancia la mediación, la deslegitimación de las religiones, entre otras causas se ha propugnado un sincretismo religioso, por eso, es que es muy frecuente escuchar: ¡en el yoga me encuentro a mí mismo!, ¡allí soy yo quien habla con su inconsciente!, ¡me encuentro en paz y toda la realidad circundante y trágica es como un agregado en mi pequeño microcosmos!, entonces, ¿para qué ser partícipes de una religión si yo en mi espiritualidad a la carta encuentro todo lo necesario para responder a la dimensión trascendente?. Desde otro punto de vista, la religión a la carta ofrece una plenitud psicológica que en determinadas ocasiones se encuentra lejos de Dios, no obstante, lo importante es que, aunque en la era hipermoderna no se ha logrado en total la abolición de las tradiciones religiosas si se ha llegado la comprender la religión netamente como psicologización, emoción y entusiasmo, pues su objetivo es ser felices, en términos de Lipovestky, “ligeros” (Lipovestky y Charles, 2004; Lipovestky 2016 y Lipovestky,2004).


En últimas, la espiritualidad consumista es una realidad patente en tiempos hipermodernos, el consumismo ha derrumbado barreras y la religión se conduce frente a otra situación, ha iniciado la era del consumo donde se el homo consumerius ha remplazado el homo religiosus, la religión a la carta es plano de fondo, el autoservicio, la mezcla de espiritualidades y la venta de lo sagrado son las prácticas de cada día, ¿será posible afirmar que en el primer mundo se puede decir que ya no hay fe sino entusiasmo?, todavía más delimitada la pregunta, ¿ Es Colombia un evidencia palpable de la espiritualidad consumista?, no lo sabemos, lo que en definitiva si conocemos es que estamos frente a la lógica del hiperconsumo y si esto ocurre con el alma religiosa, promotora social que harán con los demás componentes esenciales de la vida, habrá que esperar un mañana para analizar una realidad más aguda o menos preocupante. ¿Qué espiritualidad desea, señor?

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